Con Buena Letra
El destino y las circunstancias se mueven de forma inusitada, los budistas dicen que no existe la casualidad, sino la “causalidad”.
Tengo una amiga que vive en Madrid desde hace pocos años, y tuve noticias de ella recientemente porque le escribió a mi hermano Raúl un e-mail donde le decía que quería, de alguna forma, comunicarse conmigo, pues en una cena había conocido a Joaquín Sabina, y ella se acordó, que en más de una oportunidad, yo le había comentado que era fanático del célebre cantautor.
La dichosa cena fue, nada más y nada menos, que en el propio “piso” del señor Sabina (me imagino la velada, esa mezcla bien europea de quesos, jamón, vino tinto y porros).
Tatiana Tello, mi amiga, en medio de la reunión, le mencionó a Joaquín que ella tenía un amigo (myself), que era fanático suyo, de inmediato, Sabina le entregó una copia de su libro “Con Buena Letra” y no solamente le dijo que me la hiciera llegar, sino que además la autografió con su firma y me la dedicó personalmente:
“Para Alexis peña, compañero de notas y fatiga, con todos los abrazos, Joaquín Sabina”
Fue mucha la emoción, de recibir y tener ya, en mis manos, esta maravillosa edición del libro, empastada, olorosa a nuevo, estilo “Primer Mundo”,dedicada y autografiada, donde edita todas las letras de sus canciones, en orden cronológico, disco por disco, además, las canciones que escribió para otros cantantes, que el titula “Trajes a medida”, y algunas canciones que ha hecho para cine y televisión.
Soy admirador del talento de este señor desde la primera vez que supe de el aquí en Caracas, aproximadamente en el año 1985.
Mataba yo mis tigres con un grupo que se llamaba “Flux D’Luxe”, y tocábamos en un local de nombre: “Partycular Pub” (creo que se escribía así), que quedaba en El Rosal .
Los dueños de este local eran españoles, me atrevo a decir que era el mejor local de la movida nocturna de Caracas en ese entonces, y entre la música que colocaban, toda en la onda de rock en español, sonaba una curiosa canción que se llamaba “Oiga Doctor” ,de un disco de Sabina que se llama "Hotel, Dulce Hotel" con una letra muy divertida e inteligente, que era casi el himno del lugar.
En una oportunidad uno de los socios, Juan Porteiro, un gallego muy divertido que era el “animador” y presentador del local me dijo que me quedara, que Sabina estaba en Caracas, y que lo habían invitado y en cualquier momento llegaría, y en cuestión de instantes hizo su agazapada y noctámbula entrada al local, que tenía una puerta giratoria, estilo hotel francés, y un reloj que giraba muy rápido y en dirección contraria a las agujas de cualquier otro reloj.
Y ahí estaba el hombre, con una sonrisa entre macabra y gentil y ese calavérico porte, metido dentro de unos pantalones de cuero rojo, saludando gentilmente y ofreciendo la mano a las pocas personas que quedabamos a esa hora en el bar.
En ese mismo lugar conocí a gente de la talla de Miguel Ríos, Manolo García y Quini Portet (El Ultimo De La Fila), Miguel Mateos, confundidos siempre entre el jetset de la noche caraqueña, artistas, músicos, borrachos y policías vestidos de civil, pues el lugar fue sitiado varias veces y allanado, por casualidad, los días que tocaba yo con mis amigos “Flux D’Luxe” (en tres oportunidades).
La última vez que esto sucedió, el local estuvo cerrado dos semanas y todos los empleados y los dueños presos unos días, por averiguaciones de un asunto de drogas en el lugar.
Luego abrió y volvió a cerrar definitivamente pocos meses después.
Funcionó allí una ferretería durante algunos años, hace poco lo demolieron y levantaron un flamante edificio de oficinas lujosísimas.
Quiero agradecer muchísimo a Tatiana por acordarse de mi en ese momento tan especial, cada vez que escuche a Sabina me acordaré de esa cena, en donde nunca estuve (en persona).
Gracias a Jinmy Naranjo por habermela hecho llegar.
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