martes, 26 de diciembre de 2006

La tierra sin humanos

Un mejor mundo es posible sin sus inquilinos

¿Se imagina que los humanos desaparecieran como por arte de magia de la faz de la tierra? ¿Qué sería del mundo sin nosotros? El periodista científico Bob Holmes de la revista Newscientist se tomó el tiempo de analizar y contrastar informaciones cuyo extracto le presentamos en esta nota. Yesmín Sánchez
Podría decirse que la especie humana es la más productiva que ha existido sobre la faz de la tierra. En apenas unos pocos miles de años, hemos absorbido más de un tercio de la tierra del planeta para nuestras ciudades, tierras de cultivo, fábricas y pastos.
Sin embargo, el ser humano es tan productivo como destructivo: praderas aradas, bosques arrasados, acuíferos secos, residuos nucleares, contaminación química, especies en peligro de extinción, todo esto aderezado con el cambio climático.

Ahora imagine que se cumple el deseo del resto de los habitantes no humanos del planeta. Suponga que toda la gente de la Tierra (unos 6.500 millones de personas) pudieran ser transportados a un centro de reeducación en una galaxia lejana (considere que si invocamos a la peor de todas las plagas para que acabe con nuestras vidas nos crearía una nueva complicación: dónde colocaríamos todos esos cadáveres).
Le sorprenderá saber que la Naturaleza, dejada una vez más a sus propios medios, se encargaría poco a poco de borrar cualquier rastro que suponga nuestro paso por este mundo.

No nos extrañarán

Una vez que desaparece el ser humano de escena, lo primero que se nos ocurriría preguntar es si ¿podría difuminarse completamente la huella de la humanidad, o hemos alterado tanto la Tierra que incluso un visitante que llegue dentro de un millón de años sabría que una sociedad industrial gobernó una vez el planeta?
La primera evidencia de que no existen humanos en la Tierra podría verse desde la órbita ya que el resplandor de luz artificial que brilla en la noche comenzaría a apagarse.
“Muy rápidamente –en 24, o tal vez 48 horas– comenzarían a verse apagones debido a la falta de combustible en las centrales de energía”, dice Gordon Masterton, presidente de la Institución de Ingenieros Civiles del Reino Unido en Londres (citado por Newscientist). Las fuentes renovables tales como las turbinas eólicas y solares mantendrían algunas luces automáticas encendidas, pero la falta de mantenimiento de la red de distribución acabaría con ellas en semanas o meses. La pérdida de electricidad también silenciaría rápidamente las bombas de agua, las plantas de tratamiento de aguas residuales y cualquier otra maquinaria de la sociedad moderna.
Con la misma suerte correrían los edificios. Hay que recordar que la mayoría de las construcciones modernas están diseñadas generalmente para durar 60 años, los puentes 120 años y las presas 250, estos lapsos aplican siempre y cuando se les realice su respectivo mantenimiento. Al no haber nadie que lo haga, esos tiempos de vida útil se acortarían irremediablemente.
Sin nadie que haga las reparaciones, cada tormenta, inundación y helada nocturna va royendo poco a poco los edificios abandonados, y en unas pocas décadas los techos comenzarán a hundirse y los edificios a colapsar.
Pero aunque los edificios se derrumben, sus ruinas –especialmente aquellas hechas de piedras u hormigón– probablemente perduren durante miles de años. “Aún tenemos registros de civilizaciones de 3.000 años de antigüedad”, apunta Masterton. “Durante muchos miles de años permanecerían algunos signos de las civilizaciones que creamos. Llevaría un largo tiempo que desapareciera el hormigón de las carreteras. Estaría gravemente deteriorado en muchos lugares, pero llevaría mucho tiempo que se hiciera invisible”.



Malas noticias

Ni siquiera nuestra ausencia significará un aplazamiento para todas las especies que se encuentran al borde de la extinción. Los biólogos estiman que la pérdida del hábitat es crucial en aproximadamente el 85% de los casos en los que especies de Estados Unidos pasaron a estar en peligro de extinción, por lo que la mayoría de tales especies se beneficiarán una vez que los hábitats hayan comenzado a recuperarse. Sin embargo, las especies en situación desesperada pueden haber superado el umbral crítico bajo el cual sea necesario recuperar la carencia de diversidad genética o la masa crítica ecológica. Estas “especies muertas vivientes” probablemente desaparecerán de todas formas.
Algunas de estas especies introducidas –los gorriones, por ejemplo, que son naturales de Eurasia pero que ahora dominan muchas ciudades del Norte de América– disminuirán una vez que los jardines y las personas que alimentan pájaros de la civilización suburbana desaparezcan. Otros más duros, como los conejos en Australia y la avenilla (Bromus Tectorum) en el oeste de América, no necesitan de la ayuda humana y probablemente continuarán allí durante largo tiempo poniendo en peligro a las especies nativas.
En general, sin embargo, una Tierra sin humanos será probablemente un lugar más seguro para la amenazada biodiversidad. Esto debido a que muchas de ellas se han visto amenazadas por actividades relacionadas con la producción.


Los océanos se recuperarán

En los océanos, además, las poblaciones de peces se recuperarán gradualmente de la dramática sobreexplotación pesquera. Sin barcos de arrastre que agiten los nutrientes del suelo oceánico, los ecosistemas cercanos a la costa volverán a un estado relativamente pobre de nutrientes. Los altos y graciosos corales y otros organismos que viven en el fondo de las aguas profundas de los arrecifes comenzarán a crecer de nuevo, restaurando la compleja estructura tridimensional de los hábitats del suelo oceánico que ahora han sido aplanados en su mayoría, dejándolos como páramos sin relieve.
Mucho antes que pase algo de esto, sin embargo, - de hecho, en el instante en que los humanos desaparezcan de la Tierra – los contaminantes cesarán de salir de los tubos de escape de los automóviles y de las chimeneas y vertederos de residuos de nuestras fábricas. Lo que suceda luego dependerá de la química de cada contaminante en particular. Unos pocos, tales como los óxidos de nitrógeno y azufre y el ozono (el contaminante a nivel del suelo, no la capa protectora de la estratosfera), se limpiarán de la atmósfera en cosa de unas pocas semanas. Otros, como los clorofluorocarbonos, dionixas y el pesticida DDT, llevará más tiempo eliminarlos. Algunos durarán unas pocas décadas.

Dióxido de carbono para rato

No se puede decir lo mismo del dióxido de carbono, ese que tantos dolores de cabeza nos ha provocado. La mayor parte del CO2 emitido a partir de la quema de combustibles fósiles será finalmente absorbido por el océano. Esto sucederá relativamente rápido en las aguas superficiales – sólo unas pocas décadas – pero en las profundidades oceánicas llevará aproximadamente mil años absorber toda su parte. Incluso cuando se haya alcanzado este equilibrio, aproximadamente el 15% del CO2 procedente de la quema de combustibles fósiles permanecerá en la atmósfera, dejando su concentración en unas 300 partes por millón comparados con los 280 ppm de la época pre-industrial. “Quedará CO2 en la atmósfera, continuando su influencia en el clima, más de mil años después de que los humanos hayan dejado de emitirlos”, dice Susan Solomon, química atmosférica de la Administración Atmosférica y Oceánica Nacional de Estados Unidos (NOAA) en Boulder, Colorado.
Finalmente, los iones de calcio liberados de los sedimentos del fondo oceánico permitirán al mar enjugar el exceso restante a lo largo de unos veinte mil años aproximadamente.
Incluso si las emisiones de CO2 cesasen mañana, el calentamiento global continuaría durante otro siglo, incrementando las temperaturas medias algo más de unas décimas de grado. Los científicos atmosféricos llaman a esto “calentamiento comprometido”, y tiene lugar debido a que los océanos requieren más tiempo para calentarse que la atmósfera. En esencia, los océanos están actuando como un gigantesco aire acondicionado, manteniendo la atmósfera más fría de lo que debería estar dado su nivel presente de CO2.

Algunos rastros

Teniendo en cuenta todas estas cosas, sólo tomaría unas decenas de cientos de años como mucho que se eliminase completamente todo rastro de nuestra dominación. Unos visitantes alienígenas que llegasen a la Tierra dentro de 100.000 años no encontrarían signos evidentes de que una civilización hubiese vivido aquí alguna vez.
Si los visitantes del futuro tienen la ocasión de pasar por uno de nuestros actuales vertederos, podrían encontrar aún fragmentos de vidrio o plástico –y tal vez incluso papel– que dejaron testimonio de nuestra presencia. “Virtualmente garantizaría que quedarían algunos”, dice William Rathje, arqueólogo de la Universidad de Stanford en California que ha excavado muchos vertederos. “La preservación de las cosas es realmente sorprendente. Pensamos en los artefactos como algo poco perdurable, pero en ciertos casos las cosas duran un largo tiempo”.
Pero estos serán frágiles souvenirs, casi patéticos recuerdos de una civilización que una vez se creyó la cima de todos los logros. En unos pocos millones de años, la erosión y posiblemente otra era glacial o dos habrán eliminado la mayor parte de estas débiles trazas. Si otras especies inteligentes evolucionan algún día en la Tierra –y esto no tiene por qué ser así, dado el largo tiempo pasado desde que nació la vida hasta nosotros– podría no haber ninguna noción de que alguna vez estuvimos aquí salvo por unos peculiares fósiles y unas reliquias osificadas. La humillante –y perversamente confortable– realidad es que la Tierra nos olvidará notablemente rápido.

(Extraído de la edición digital de la revista 'Sala de espera', Uruguay)