sábado, 2 de abril de 2005

De muerte lenta



Esta frase, que da titulo a este ‘post’, se usaba mucho en los años setenta para describir algo que era muy ‘cool’ o muy ‘chévere’(para utilizar una palabra autóctona venezolana) y aunque esta en desuso, no hay mejor momento que este para utilizarla, pero textualmente.

La terrible agonía del Papa Karol, la muerte de Terri Schiavo, los años de lucha feroz en silla de ruedas del famoso actor Christopher Reeve y el oscar que acaba de ganar la película ‘Mar Adentro’, son los ejemplos más recientes de que la muerte es un personaje que esta entre nosotros, moviéndose al azar, escogiendo a dedo sus víctimas, o impidiendo que el destino decida que es mejor, morir, vivir, o quedar suspendido en el medio de ambas vertientes, es aquí donde el ‘libre albedrío’ pasa a actuar en su rol principal: somos los únicos responsables de nuestra propia vida, mientras estemos en facultad de los cinco sentidos que nos dan dirección, carácter y poder para decidir que hacer en un momento crítico, como el terrible momento que hemos tenido que presenciar en cada uno de estos casos, y en los que hemos tenido que vivir en carne propia con familiares o amigos alguna vez.

Mi abuela Irene Benita Hernández Hernández (tata), murió en los años noventa por una complicación que surgió a raíz del mal de parkinson, enfermedad que empezó a afectarla, a ella y a nosotros, a mediados de los ochenta.

Mi abuelo José Domingo Márquez Montilla sufrió un accidente cerebro vascular y el medico decidió, de acuerdo con los familiares, cortar los cables que lo mantenían vivo, pero completamente muerto a nivel cerebral, decisión justa para el.

Mi abuelo Francisco Peña Quintana murió el año pasado de un infarto, mientras dormía, tenía casi noventa años y estuvo en la guerra civil española.

Cuando veo las imágenes del Papa polaco, no dejo de acordarme de cómo iba cambiando la expresión del rostro de mi abuela Irene a medida que la enfermedad avanzaba, esa misma expresión que veo en las imágenes de Karol, de angustia, de rabia por no poder domar ese potro salvaje que es la muerte, la naturaleza humana.

Quiero dejar esto escrito responsablemente, porque es mi deber dar a conocer mi opinión acerca de lo que yo decidiría, si por cosas del destino, la parca me escoge a mí para quedar en un limbo como el de Terri Schiavo, o como el del gallego que interpretó de forma genial el señor Bardem, que sirva incluso como prueba, si no tengo tiempo para escribir mi testamento: por favor, corten el cable, la manguera, o cualquier hilo que me mantenga unido a una agonía que no será solo mía, sino también de los familiares o allegados que van a tener la valentía y el coraje de encargarse de darme masajes y untarme cremas para que no me seque, si he de vivir, que sea conciente, si he de morir, que sea dignamente.

1 Comentarios:

A la/s 3:56 p. m., octubre 08, 2005, Anonymous Anónimo dijo...

Yo he pensado en eso chorrocientas veces y estoy de acuerdo contigo. Todo eso que acabas de escribir que te lo firme un notario si no, no vale de nada y si la vida te juega asi te vas a ver en esa situacion indigna que acabas de describir.
La verdad yo no entiendo, cuando el perro de uno se enferma y no tiene remedio uno lo pone a dormir, o no?
Entonces con la gente hay que esperar que SUUUFRA bastante y los que stan alrededor tambien, la verdad es que estamos todos locos.
El tema de la muerte hay que discutirlo, pero pocos quieren hacerlo y al fin y al cabo es algo tan natural...

 

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